Las estrictas medidas de seguridad marcaron esta edición de AutoBello Madrid, con una forzosa reducción del aforo a menos de la mitad y una nueva disposición. A diferencia de años anteriores, no se permitió que los aficionados paseasen libremente por la verde y cuidada pradera de La Casa de Mónico, y todo el público debió ocupar diferentes mesas/palcos numerados para disfrutar así del concurso de elegancia y buen gusto para coleccionistas de coches y relojes.
Cada uno de estos palcos tuvo asignado su propio camarero, para eliminar las barras y evitar así cualquier tipo de aglomeración. Este nuevo formato dio una dimensión más reposada al acto, si bien muchos veteranos de AutoBello encontraron el desfile más agradable que nunca. Así, los automóviles participantes debieron recorrer casi cien metros entre los palcos para llegar hasta el mostrador donde se encontraban los speakers y parte del jurado.
Lo que no decayó fue el nivel de los automóviles asistentes, con grandes máquinas tanto clásicas como de la máxima actualidad. Entre los primeros, los más celebrados fueron quizá el Hispano-Suiza H6C de 1932, el Stanguellini 2800 de 1939, un modelo único veterano de la Mille Miglia, el Lancia Stratos de 1975 o el Aston Martin DB5 con matrícula original de Madrid. Todos ellos recibieron el trofeo que reproduce la llanta de un Bugatti T35. Además de estos premios principales, la organización también entregó esta vez trofeos “Niki Lauda”, con los que se rinde homenaje al gran campeón fallecido el año pasado.
Un pareja de enormes Cadillac de 1959, berlina y convertible, junto a un cupé de DeSoto Firedome de 1956, fueron los principales representantes del inimitable estilo americano. También de EE UU llegó el rarísimo Kellison J-4R de 1959, un deportivo americano con mecánica Corvette y el único que hay en Europa. Este año la presencia japonesa fue limitada pero de calidad, con el bello cupé Lexus LC 500 y un salvaje Mazda RX-7 preparado con 500 CV.